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Cuentos

 

 

 

Los treinta dineros

“Envueltos en una capa negra, traidores, impostores, desocupados, pobres, mendigos, burócratas, persiguen el asilo de la multitud, de las boleterías ferroviarias, los vagones sucios de un tren de segunda, las sombras clandestinas de los paseos públicos, un banco abandonado en una plaza o en la costanera, las calles pulidas por la lluvia, el cuartucho mínimo de un hotel desolado, las paredes rutinarias de una casa de familia, una oficina, la cárcel o un manicomio que en el fondo quizá sólo sean variaciones de lo mismo. Todos los ensayos de fuga, los planes más o menos instintivos de evasión terminan fracasando, chocando contra tabiques tan rígidos como invisibles. Aunque de distintas maneras, los protagonistas de las once piezas que componen Los treinta dineros  son incapaces de sustraerse del pasado…”

Diego P. Roldán y Cecilia M. Pascual

 

Rosa Wernicke (1907- 1971)

 

“La participación de la mujer en el mundo laboral literario artístico y político recién comenzó a hacerse sentir en la década del 50 del siglo XX.

 

El camino recorrido se inició a principios de la centuria no siendo tarea fácil conquistar un plano de igualdad con el hombre.

 

Rosa Wernicke apasionada por las letras perteneció a un escaso puñado de mujeres a las que se les reconoció su profunda sensibilidad.

 

Nacida en Buenos Aires en 1907 se trasladaría a Rosario en 1934, uniéndose en matrimonio con el reconocido artista plástico Julio Vanzo, quien la acompañó y atendió hasta los últimos momentos de su vida. Falleció el 3 de septiembre de 1971.

 

Al establecerse definitivamente en nuestra ciudad comenzó a trabajar en el suplemento literario dominical del diario La Capital.

 

Posteriormente tendría a su cargo la sección de crítica literaria del vespertino Tribuna, titulada “El tonel de Diógenes”.

 

En 1938, comenzó a publicar textos ponderados por la crítica, entre ellos “Los treinta dineros”, libro de cuentos que mereció el primer premio en el concurso organizado por la Asociación Artística del Magisterio, escribiendo después “El mejor amigo de Simón Lesseps”.

 

“Isla de angustia” fue el tercer libro que diera a la prensa, obteniendo del máximo crítico del momento, José Gabriel, en el diario Crítica de Buenos Aires esta acotación: “Esta obra es una serie de relatos que son lo mejor del género que se ha publicado en los últimos años entre nosotros”, por la que obtuvo el primer premio de Literatura en prosa en el concurso organizado por la Comisión provincial de cultura de Rosario.

 

En su último libro “Las colinas del hambre” pintó con devoción de coleccionista cuanto indicio o testimonio pudo recabar sobre el ámbito de las villas miserias, núcleos urbanos existentes ya en Rosario por entonces, incorporando a la obra un lenguaje cotidianizado de ese ámbito, desde el punto de vista narrativo, sin descartar la dimensión psicológica de su gente.

 

Esta obra serviría a magistrados y legisladores como elemento de prueba en alegatos a favor de la protección de la infancia. En efecto con su pluma declararía vehemente que “los niños de casillas de chapa y cartón, techos de zinc y pisos de tierra, mugre, napas contaminadas son chicos, demasiados chicos para sobrevivir en un mundo donde las carencias que padecen son múltiples, expuestos a los males propios de los excluidos, pero además son muy vulnerables pues dependen de otros, por lo menos hasta alcanzar la fuerza de convertirse en chicos de la calle.

 

La pésima alimentación, comiendo muchas veces restos de basura, el abandono familiar, la falta de contención, y la convivencia con el delito los subordina a la desconfianza y la marginación del resto de la sociedad”.

 

Un juicio crítico aparecido en La Prensa de Buenos Aires decía: “la autora tiene esa cualidad primordial del narrador, captación rápida de caracteres y de cosas, hondura psicológica y sobre todo una comprensión fina y delicada de los matices más sutiles del alma humana”.

 

Su castellano fluido, manejaría el adjetivo con propiedad… no exento de gracia que le permitió, sin incurrir en las extravagancias de tal o cual escuela literaria, realizar una obra que llama a la inteligencia del lector tocando a la vez su sensibilidad”.

 

Germán García en su libro “La novela argentina” sitúa a Rosa Wernicke en su capítulo sobre la novela social junto a Alvaro Yunque, Ismael Moreno, Alcides Greca, Raúl Larra y otros escritores de ese género.”

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Los treinta dineros, Rosa Wernicke

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Los treinta dineros

“Envueltos en una capa negra, traidores, impostores, desocupados, pobres, mendigos, burócratas, persiguen el asilo de la multitud, de las boleterías ferroviarias, los vagones sucios de un tren de segunda, las sombras clandestinas de los paseos públicos, un banco abandonado en una plaza o en la costanera, las calles pulidas por la lluvia, el cuartucho mínimo de un hotel desolado, las paredes rutinarias de una casa de familia, una oficina, la cárcel o un manicomio que en el fondo quizá sólo sean variaciones de lo mismo. Todos los ensayos de fuga, los planes más o menos instintivos de evasión terminan fracasando, chocando contra tabiques tan rígidos como invisibles. Aunque de distintas maneras, los protagonistas de las once piezas que componen Los treinta dineros  son incapaces de sustraerse del pasado…”

Diego P. Roldán y Cecilia M. Pascual

 

Rosa Wernicke (1907- 1971)

 

“La participación de la mujer en el mundo laboral literario artístico y político recién comenzó a hacerse sentir en la década del 50 del siglo XX.

 

El camino recorrido se inició a principios de la centuria no siendo tarea fácil conquistar un plano de igualdad con el hombre.

 

Rosa Wernicke apasionada por las letras perteneció a un escaso puñado de mujeres a las que se les reconoció su profunda sensibilidad.

 

Nacida en Buenos Aires en 1907 se trasladaría a Rosario en 1934, uniéndose en matrimonio con el reconocido artista plástico Julio Vanzo, quien la acompañó y atendió hasta los últimos momentos de su vida. Falleció el 3 de septiembre de 1971.

 

Al establecerse definitivamente en nuestra ciudad comenzó a trabajar en el suplemento literario dominical del diario La Capital.

 

Posteriormente tendría a su cargo la sección de crítica literaria del vespertino Tribuna, titulada “El tonel de Diógenes”.

 

En 1938, comenzó a publicar textos ponderados por la crítica, entre ellos “Los treinta dineros”, libro de cuentos que mereció el primer premio en el concurso organizado por la Asociación Artística del Magisterio, escribiendo después “El mejor amigo de Simón Lesseps”.

 

“Isla de angustia” fue el tercer libro que diera a la prensa, obteniendo del máximo crítico del momento, José Gabriel, en el diario Crítica de Buenos Aires esta acotación: “Esta obra es una serie de relatos que son lo mejor del género que se ha publicado en los últimos años entre nosotros”, por la que obtuvo el primer premio de Literatura en prosa en el concurso organizado por la Comisión provincial de cultura de Rosario.

 

En su último libro “Las colinas del hambre” pintó con devoción de coleccionista cuanto indicio o testimonio pudo recabar sobre el ámbito de las villas miserias, núcleos urbanos existentes ya en Rosario por entonces, incorporando a la obra un lenguaje cotidianizado de ese ámbito, desde el punto de vista narrativo, sin descartar la dimensión psicológica de su gente.

 

Esta obra serviría a magistrados y legisladores como elemento de prueba en alegatos a favor de la protección de la infancia. En efecto con su pluma declararía vehemente que “los niños de casillas de chapa y cartón, techos de zinc y pisos de tierra, mugre, napas contaminadas son chicos, demasiados chicos para sobrevivir en un mundo donde las carencias que padecen son múltiples, expuestos a los males propios de los excluidos, pero además son muy vulnerables pues dependen de otros, por lo menos hasta alcanzar la fuerza de convertirse en chicos de la calle.

 

La pésima alimentación, comiendo muchas veces restos de basura, el abandono familiar, la falta de contención, y la convivencia con el delito los subordina a la desconfianza y la marginación del resto de la sociedad”.

 

Un juicio crítico aparecido en La Prensa de Buenos Aires decía: “la autora tiene esa cualidad primordial del narrador, captación rápida de caracteres y de cosas, hondura psicológica y sobre todo una comprensión fina y delicada de los matices más sutiles del alma humana”.

 

Su castellano fluido, manejaría el adjetivo con propiedad… no exento de gracia que le permitió, sin incurrir en las extravagancias de tal o cual escuela literaria, realizar una obra que llama a la inteligencia del lector tocando a la vez su sensibilidad”.

 

Germán García en su libro “La novela argentina” sitúa a Rosa Wernicke en su capítulo sobre la novela social junto a Alvaro Yunque, Ismael Moreno, Alcides Greca, Raúl Larra y otros escritores de ese género.”

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